Al menos 51 personas han muerto y más de un millar han resultado heridas en el estallido social liderado por un movimiento juvenil que se autodenomina ‘Generación Z’, mientras el país se encuentra en un limbo institucional tras la dimisión del primer ministro, K.P. Sharma Oli, forzada por la revuelta.
El portavoz adjunto de la Policía, Ramesh Thapa, detalló que entre los fallecidos se encuentran tres agentes de las fuerzas de seguridad, un ciudadano indio y decenas de civiles nepalíes, según recoge el diario local ‘The Kathmandu Post’.
Cinco días después del estallido de las revueltas, 36 cuerpos permanecen sin identificar en el Hospital Universitario Tribhuvan, en Katmandú, donde este viernes comenzaron las autopsias.
El detonante de la crisis fue el bloqueo gubernamental de 26 plataformas de redes sociales el pasado 4 de septiembre, entre ellas Facebook, Instagram y X, una medida que encendió una frustración social acumulada durante años.
Aversión hacia la clase política corrupta
Detrás de la ira de la autodenominada ‘Generación Z’ se encuentra una aversión hacia una clase política percibida como corrupta e inamovible. En las semanas previas, campañas virales como ‘Nepo Kid’ en TikTok ya denunciaban el nepotismo y la ostentación de los hijos de la élite.
La indignación se alimentaba de escándalos de corrupción que salpicaban a los principales partidos, desde estafas a refugiados hasta contrabando de oro, en lo que los jóvenes denominan un perpetuo «juego de las sillas musicales» en el poder.
La escalada alcanzó su punto álgido el martes, cuando grupos de manifestantes prendieron fuego a símbolos del poder como el edificio del Parlamento, el Tribunal Supremo y la oficina presidencial, además de realizar asaltos a las residencias privadas de varias figuras políticas relevantes del país.
Acorralado por la presión en las calles y tras la renuncia de media docena de sus ministros en rechazo a la represión, el primer ministro Oli dimitió finalmente el martes.
Ahora, con la violencia aplacada, la crisis se ha trasladado a los despachos. Las negociaciones para formar un gobierno de transición están estancadas y el propio movimiento juvenil se enfrenta a fracturas internas para designar un líder, dejando el futuro inmediato del país del Himalaya en el aire.