PULSO
Eduardo Meraz
El intercambio de puyas -que no diálogo- entre el presidente totalmente palaciego y Xóchitl Gálvez y sus respectivos «corifeos», bien podrían dar lugar a una especie de «parábola de los tamales y el atole».
El escarnio presidencial sobre el pasado de quien podría ser la abanderada de la alianza opositora para ocupar su lugar y su continua invocación en el teatro en atril mañanero, es reflejo del descontrol existente en Palacio Nacional.
La mención constante de «la señora Xóchitl» como la alude el presidente sin palabra y sin nombre, daría la razón a ésta cuando manifiesta: o ya se convirtió en «xochitl lover» o ella es su «crush».
Reducir la investidura del cargo más importante de México a la de vendedor de tamales, enaltece más la figura de Gálvez y, en sentido opuesto, demerita la calidad humana del mandatario innombrable.
Basta recordarle que al inicio de su mandato, con tal de presentarse como uno más del pueblo, salía a un costado de Palacio Nacional a comprar atole y tamales para desayunar, como lo hacen millones de mexicanos, en especial por cuestiones económicas, pues es un bastante barato.
Además, a través de este alimento, logró «convencer» a los hombres más acaudalados del país para comprar miles de boletos de la rifa no rifa del avión presidencial; dinero cuyo destino es uno de los grandes misterios por resolver.
Pero nunca esperó, ante su escarnio, la respuesta rápida y mordaz de Xochitl, al señalar la dignidad de vender tamales y, de ser necesario, volvería a hacerlo, en vez de dar atole con el dedo en las mañaneras; recurso habitual, defensivo y sesgado, utilizado por el habitante temporal del palacete virreinal.
Así ha sido el ida y vuelta en las declaraciones entre ambos personajes durante la más reciente semana, y dejando a un lado a las corcholatas, cuyas limitaciones para encontrar el tono adecuado cada vez es más evidente, con riesgo de extinguirse.
Mientras el ejecutivo quiere enmarcar la presencia de la aspirante a ser candidata presidencial en el estrecho cuadrado de sus fobias, sin poder lograrlo, Xóchitl Gálvez muestra carácter y habilidad mental para escapar de los conceptos del rancio testamento cuatroteísta.
En tanto, la hipocresía ha cobrado vigencia plena entre las corcholatas cuatroteístas, negando despilfarro de recursos en promoverse, cuando a todas luces es evidente y notorio que hasta entre ellas hay reclamos por el gasto desmedido.
Debido al alumbramiento prematuro de las «campañas no campañas» electorales y la poca disposición de los partidos por cumplir el ayuno político, sería necesario que el árbitro hiciera valer la ley, a fin de evitar un proceso electivo donde el banquete de irregularidades empache a todo mundo.
La parábola de los tamales y el atole significa que los primeros son alimento de la democracia y, el segundo, el engaño y la burla de la ley.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Y hablando de los «mercaderes del templo», la corcholata tabasqueña propuso a sus paisanos «con suela, sudor y saliva» continuar la 4T. En una de esas podrían igualar la riqueza que ahora él posee.
@Edumermo